Cuando a mediados del mes de marzo estalló la pandemia de covid-19, millones de trabajadores nos vimos obligados a trasladar la oficina a nuestras casas. Fue uno de los cambios que trajo la pandemia de covid-19 y que aún permanecen para muchas empresas y trabajadores.
Trabajar desde casa tiene efectos colaterales positivos, ya que minimiza el riesgo de contagio, permite ahorrar en desplazamientos o establecer un horario más flexible, posibilitando una mayor conciliación vida laboral y familiar. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y pronto pudimos comprobar que todas estas ventajas van acompañadas de una larga lista de inconvenientes, entre los que destaca un mayor descuido en nuestra alimentación.
Del escritorio a la nevera y de la nevera al escritorio. No nos engañemos, cuando teletrabajamos, no siempre nos alimentamos bien. Es un hecho que trabajar cerca de la nevera nos predispone a picotear más. Del mismo modo, no estar en la oficina presencialmente implica una presión añadida: la de demostrar que rendimos, por lo que dejar la comida para más tarde es de las tentaciones habituales. En otras palabras, deterioramos nuestros hábitos alimenticios.
Si a ambos le sumamos la falta de actividad física asociada al teletrabajo, el problema está servido: aumenta el riesgo de desarrollar obesidad y sus consecuencias (hipertensión arterial, diabetes mellitus, aumento de colesterol y/o de triglicéridos en la sangre, subida del ácido úrico, artrosis y apnea obstructiva del sueño, entre otros).
7 tips para que el teletrabajo no dificulte una buena alimentación:
- Un buen desayuno es el primer paso.
- Controla el consumo de snacks
- Prepara tu menú semanal
- Platos caseros
- Desconecta. No comas frente al ordenador.
- Planifica los horarios de tus comidas
- Mantén una hidratación adecuada